Y todo tiene que ver con lo poco acostumbrados que están algunos jueces a que se les fiscalice y critique. Si lo estuviesen, alguno de ellos habría pensado si de verdad era buena idea impartir el curso en el contexto del juicio y la sentencia. Que no lo hicieran es bastante esclarecedor.

Y hay una segunda derivada: la sentencia sigue sin estar escrita casi una semana después de acabarse el juicio. Ningún otro profesional de ningún otro sector habría tenido tiempo de impartir cursos cuando tiene algo tan urgente entre manos. A no ser, que no se considere, urgente, claro.

Por cierto, vale también para periodistas (y dueñas de productoras): sea ilegal o no, deberíamos no cobrar de empresas o instituciones sobre las que debemos informar. Es tan, tan, tan obvio que parece increíble que haya que repetirlo. Y mucho menos, a jueces.

Fue el padre de Gabriel Rodrigiuez Ramos, también abogado y con mucho prestigio, el que facilitó el contacto para que el magistrado del Supremo dirigiese la tesis de su hijo. Luego discípulo y mentor coincidieron como acusación y magistrado en el juicio al fiscal general.