¡Cómo le iban a hacer pagar costas si primero les tenía que pagar él a ellos unos cursetes! Luego dirán que eran cuatro chavos y que eso no corrompe a nadie, argumento jurídico donde los haya.

También podríamos hablar de Casa Real. La prensa "seria" siempre llega tarde (la última) a informar de los desmanes de la corona. Y cuando lo hace, tiene el cuajo de envolverse en un celofán de novedad. ¿La realidad? Los únicos periodistas que han molestado en palacio son los del cuché, guste o no.

Días atrás algunas voces sacaban pecho de que El País había tenido que ocuparse de acabar con Lequio tras años de complicidad de la prensa del corazón... cuando en esa entrevista no se decía nada que no hubiera contado la propia Antonia Dell'Atte en Lecturas cuatro años atrás.

Peor contexto posible para meter con calzador una filia cultural especifiquísima.

EL SILMARILLION.

Aparte de esto, el guión de Nora Garrett está escrito para expulsar a todos los públicos. Cuando tus personajes citan (mucho) a Foucault, pierdes a los espectadores que no saben quién es, porque se empequeñecen, y a los que sí lo han leído, porque se envanecen y te condenan por citarlo MAL.

Creo que nadie ha ido a ver 'After de hunt' porque nadie quiere ver, en realidad, esta historia. Nadie quiere vivir en la incomodidad, que es el magma contrario al calorcillo de una sentencia, a la inevitabildad copulativa de añadir castigo a crimen.

(He escrito LA MANCHA BLANCA en vez de LA MANCHA HUMANA, me mato.)

Lo que le interesa no es enjuiciar, sino interrogarnos a nosotros, los espectadores, sobre el viaje moral que hemos hecho. ¿Cuántos diálogos de la película empiezan en un plano/contraplano "normal" para acabar con la cámara en medio del eje de miradas y los personajes hablándonos directamente?

Guadagnino juega en 'After the hunt' con la promesa creciente de una bomba que no llega jamás ni a estallar ni a desactivarse. Es vocacionalmente anticlimática hasta el punto de que sus tres protagonistas acaban la película "recompensados".

En la era del contenido, las denuncias públicas son también una forma narrativa. Una que sigue un molde binario en su desarrollo (la acusación puede ser cierta o no, y ambas teorías crecen al calor de grupos de partidarios) y desemboca en un clímax punitivo (el culpable recibe su castigo).