Octavio Penalvert
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Solamente palabras que buscan, alguna vez, poder crecer en poemas.
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Aquí también las mismas mañas, soy escritor, no un número para aumentar el ego de aprendices que solo aquí podrían publicar. No quiero seguidores que no interactúen, yo lo hago, me molesta que esperen un, me gusta, para devolverlo casi por obligación y avisar, no es traición, los dejaré de seguir.
El tiempo es un sastre torpe: remienda los vacíos con recuerdos que nunca calzan igual.

Octavio Penalvert
El confesionario olía a incienso y miedo: allí el padre Ramón pidió silencio a cambio de absolución, mientras tu rodilla temblaba contra la madera podrida.

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En un cajón de la cómoda...
Mi madre lloraba en la cocina con la carta de desalojo pegada al delantal; por primera vez supe que el miedo huele a gas, comida quemada y humedad.

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Y si muere el verbo,
¿dónde entierra su sombra,
qué tierra acoge el verso?

Quizás, sembrado en la memoria,
renazca en otra historia
aún no escrita.

Allí, entre el silencio y la noche,
la frase busca su juego,
y en su voz el tiempo y el mundo
se mueven de nuevo.

Cris_ms ✍️
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En la mesa de la cocina...
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Besar fue un pacto torpe entre dientes chocando, saliva que sabía a miedo y manzana, y un reloj que no avanzaba en la muñeca del director.

Octavio Penalvert
Aquella mujer menuda, con su silencio elocuente, ya tiene un lugar en mis versos. Y eso, en cierto modo, es una forma de eternidad, seguramente no la merecida, sí la que yo le pude dar.

Octavio Penalvert
Fue en el ómnibus 52: tu rodilla rozó la mía, el mundo se redujo a un punto de sudor, y a un ticket arrugado que guardé como prueba del delito.

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La muerte entró un martes con olor a medicinas: fue un pájaro que mi hermano cuidó en una caja y amaneció rígido como un dedo acusador.

Octavio Penalvert
Buenos días, Ruth, y sí, me conoces un poco más. 😊🌹🤗
Si me leen con esa generosidad, poco es, el mejor de los días, Marisel.😊🌹
Gracias a ti por leerme, recordarlos no es hacer que regresen, sí que no terminen de desaparecer.
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En la quietud de la noche...
Aprendí el miedo la noche que el farol de la calle iluminó la sombra borracha de mi padre contra la pared, grande como un país en quiebra.

Octavio Penalvert
El almacén de Don Bernardo olía a viruta, caramelos de miel y todo lo que un niño no podía comprar, pero contemplaba como a un tesoro.

Octavio Penalvert
Para los curiosos, que aquí no debe haber, pero preguntan por otros...

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