Cuando las botas pesan: el adiós prematuro en el fútbol femenino y la cuenta atrás para las leyendas españolas
El fútbol femenino vive una paradoja. Crece como nunca, pero sus estrellas empiezan a marcharse antes de tiempo. En solo un año, referentes como Alexandra Popp, Sara Däbritz o Fran Kirby han cerrado su etapa con las selecciones, abriendo un debate incómodo: ¿por qué las jugadoras dicen adiós tan pronto?. Mientras tanto, España mira al futuro con emoción y vértigo. Irene Paredes, Alexia Putellas y Jenni Hermoso; símbolos de la generación que llevó a la Roja a la cima del mundo; siguen siendo pilares del éxito, pero el reloj ya marca su cuenta atrás. ¿Cuánto tiempo más podremos disfrutarlas antes de que llegue el relevo?. En el fútbol femenino moderno, el reloj corre más rápido que nunca. En apenas un año, hemos visto cómo referentes mundiales (Lieke Martens, Fran Kirby, Alexandra Popp, Sara Däbritz, Millie Bright o Sandie Toletti) han dicho adiós a sus selecciones nacionales antes incluso de los 34. Treinta, treinta y dos, treinta y tres años… edades que en el fútbol masculino siguen siendo sinónimo de madurez y experiencia, pero que en el femenino se han convertido en la frontera invisible del adiós. No se trata solo de desgaste físico. La profesionalización trajo consigo más torneos, más viajes, más presión mediática y menos descanso. Muchas jugadoras eligen cuidar su salud y alargar su carrera en clubes, aunque eso implique cerrar antes su etapa con la selección. En medio de esta tendencia global, España vive una paradoja. Está en su edad dorada (campeona del mundo en 2023, de la Nations League en 2024 y finalista de la Eurocopa 2025 de Suiza), pero sus líderes históricas ya escuchan el eco del reloj. A sus 34 años, Irene Paredes sigue siendo el ancla emocional y defensiva de “la Roja”. Firme, serena y líder natural, la central del Barça ha sobrevivido a todas las etapas del fútbol femenino: desde los campos de tierra hasta levantar el trofeo mundial. Pero tras más de 15 temporadas de máxima exigencia, su desgaste es evidente. Cuando decida dar un paso al lado, no será solo una futbolista la que se marche: será el símbolo de una generación que construyó el respeto piedra a piedra. Con 31 años, dos Balones de Oro y una resiliencia sin igual, Alexia sigue siendo el faro del fútbol español. Su regreso tras la rotura del cruzado demostró que la ambición puede vencer al dolor, pero el cuerpo tiene memoria. La continuidad de Alexia con España dependerá de cómo equilibre la carga física y emocional de ser día tras día el rostro y el alma de un deporte en plena expansión. Con 35 años, Jenni Hermoso representa la madurez del talento y la calma del que lo ha visto todo. Su visión y pausa siguen siendo oro puro para España. Jenni no solo es una goleadora. Fue el puente entre la invisibilidad y los estadios llenos, entre el fútbol femenino que soñaba y el que ya conquista. España todavía disfruta de su tridente dorado: Irene, Alexia y Jenni. Pero el relevo ya asoma con fuerza. Aitana Bonmatí, Salma Paralluelo, Olga Carmona, Claudia Pina, Patri Guijarro o Teresa Abelleira, las dos últimas actualmente lesioandas, representan la nueva ola: futbolistas que crecieron admirando a las veteranas y hoy comparten vestuario con ellas. Probablemente queden dos o tres años más para seguir disfrutando de esa triada histórica. Después, llegará el cambio generacional, inevitable pero preparado. Cuando ese momento llegue, no se irán solo tres jugadoras. Se irá también una forma de entender el fútbol: con humildad, sacrificio y belleza. El fútbol femenino ha ganado voz, recursos y respeto. Pero aún debe aprender a cuidar sus tiempos. Las retiradas tempranas son una señal: no basta con profesionalizar, hay que humanizar. La profesionalización acelerada ha traído recursos y visibilidad, pero también un calendario asfixiante. Partidos cada tres días, viajes intercontinentales, pretemporadas más cortas… El cuerpo de las futbolistas no tuvo décadas para adaptarse como sí ocurrió en el masculino. A eso se suma la presión psicológica: redes sociales, exposición constante o exigencia emocional. Ser futbolista de élite hoy implica vivir en un equilibrio frágil entre la pasión y la supervivencia.