Gianni Rodari que es eterno, santificado sea su verbo venga a nos su universo hágase su fantasía en prosa o verso. Denos nuestro cuento diario, perdone nuestro tedio, así como no eximimos a quien no lo lea, no nos deje aburrirnos, manténganos niños. Sea.
Ze artxibo kuriosoa! 1952-53an Euskal Herrian grabatuak, txistukariak, dultzaineroak, jendea abesten, elkarte gastronomikoetan... Uztapide bertsotan ere!
Publicó The land where the blues began y sus grabaciones pasaron a la biblioteca del Congreso. Me quedo con aquel irrintzi que le heló. Y hasta aquí, mi pequeño homenaje a Lomax, que entre blues y tarantelas, nos visitó y nos dejó un legado im-pre-sio-nan-te. Ondo bizi!
En Euskal Herria grabó Maritxu Nora zoaz, Akerra ikusi degu, irrintzi, mutxikos, fandangos, hiru lo kanta, Afaldurikan... Una barbaridad. Tuvo que hacer dos volúmenes, uno Basque Country y otro Navarre. Y no está claro que haya salido a la luz todo lo que grabó. Volvió a Yankilandia.
Le asignaron "escolta". Pensaban que era un espía. ¡Qué era eso de grabar a viejos antiguas canciones! Las grabaciones de Lomax llegaron hasta #milesdavis , que, impactado por las saetas, empezó a preparar Sketches of Spain. Solea:
Pasó por Italia, Hungría, Portugal... Y dedicó siete meses a grabar en España, Euskal Herria, Catalunya... 1952/53. Pleno franquismo. La cultura popular estaba reprimida y perseguida, pero el era un yanki y le dejaron hacer. Entre comillas. En Ibiza le comunicaron que era sospechoso por rojo.
Llegó la II GM y a su vuelta, el Macarthismo lo perseguió por comunista. Quería seguir grabando y se refugió en Londres. Contrato con Columbia. La idea era grabar las raíces de la música de la Vieja Europa. 18 volúmenes. Y empezó en Irlanda, Gales, Escocia... Era 1950.
Un chaval enfermizo y tímido con una curiosidad inmensa. Siguió los pasos de su padre, folklorista. Cambió el #blues. Se llamaba Alan #Lomax Con una grabadora pateó algodonales, prisiones como Louisiana y Mississippi y barrios negros buscando el origen de esa música tan extraña...
Señor ajo. Sé que está usted estupendamente ahí, en su baldita con su capa vegetal intacta, pero habrá que cocinar, digo yo. Desvístase, haga el favor. Y llame a Doña Cebolla y a la familia Patata. Venga, vamos, que para luego es tarde.
Al mirar por la mirilla vi un águila que venía hacía mi, con sus garras abiertas, la lengua agresiva, las alas como ciclones de polvo negro. Desde entonces no le vuelvo a dejar probar LSD al águila.