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@devilhashorns.bsky.social
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◯◌ . ❝ 𝐇𝐞'𝐥𝐥 𝐟𝐢𝐠𝐡𝐭, 𝘆𖦹𝘂'𝗹𝗹 𝗱𝗶𝗲, 𝐛𝐮𝐭 𝐲𖦹𝐮'𝐥𝐥 𝐬𝐞𝐞 𝐡𝐢𝐦 𝐜𝐥𝐞𝐚𝐫 𝐚𝐬 𝐥𝐢𝐠𝐡𝐭 ❞ ꒦ ͝ ꒷ ͝ ꒦ ͝ ꒷ ͝ ꒷ ͝ ꒦ ͝ ꒦ ͝ ꒷ ͝ ( # ᴍᴜʟᴛɪsʜɪᴘ # ᴏᴄ ) ❪ 𝙡𝙚𝙬𝙙 𝙖𝙘𝙘 ᅠ • 𝙣𝙨𝙛𝙬 ❫ 𝙀𝖝𝖔𝖗𝖈𝖎𝖘𝖙𝖆 ‍ ‍ ‍ ‍ ━╋ ̵𝐝̵𝐞̵𝐯̵𝐢̵𝐥̵ ° ᴡ!ᴛᴄʜ
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𝑻𝒓𝒆𝒃𝒐𝒓 𝑨𝒓𝒄𝒂𝒏𝒈𝒆𝒍𝒐

𝐃𝐚𝐝𝐝𝐲 𝐢𝐬 𝐡𝐞𝐫𝐞 𝐭𝐨 𝐩𝐫𝐨𝐭𝐞𝐜𝐭 𝐲𝐨𝐮, 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐬.
𝑵𝒐 𝑳𝒊𝒎𝒊𝒕𝒔
𝑫𝑴 𝑶𝒑𝒆𝒏
— ¿Ocurre algo?
-Los ojos recién abiertos del albino no podían evitar mirar a lo que más le gustaba, y no era el café-
Oh, pues no. Suele beber café y agua, nada más.
¿...tiene Cola Cao? No le gusta el café. (😮‍💨)
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Después del incendio de Halveth, Reika no huyó. Caminó. Despacio. Envuelta en las cenizas de lo que fue, con la mirada firme y una sonrisa mínima, casi imperceptible, aún tibia por el acto de justicia que había llevado a cabo.

En los meses siguientes, recorrió caminos
en las universidades. A veces en su espalda descansaba un arma que parecía un exorcismo convertido en rifle.

Se ganó fama en los márgenes: nadie quería admitir que la conocía, pero todos sabían quién era.

Reika Mikage: la mujer que habla con demonios y decide si mereces vivir.
simplemente observaba. Si una criatura le ofrecía algo útil, no dudaba en pactar. Si alguien merecía el infierno, no se lo negaba.

En su bolso llevaba ofuda, sal negra, una cámara con película antigua, una navaja afilada y libros en idiomas que no enseñan
“anomalías” sin dejar huella. Era buena. Brillante. Precisa. Y no hacía preguntas morales.

Empezó a llamarse a sí misma exorcista, aunque su método distaba mucho de la tradición. No siempre expulsaba. A veces sellaba. A veces estudiaba. A veces…
alimentan del olvido.

Reika lo escuchó. Aprendió. Y después, lo dejó atrás.

Porque ella no quería redención.

Quería poder.

Se ofreció como “intermediaria” en ciertos círculos. Aquellos que sabían demasiado y no podían actuar. O que deseaban eliminar
Un monje errante —ciego, pero sabio en las cosas que la ciencia no nombra— la descubrió en uno de esos templos carcomidos por la humedad. No le preguntó quién era. Le habló del velo entre mundos. De los seres que se cuelan por las rendijas del dolor humano. De los "nombres sin rostro" que se
rurales, templos abandonados y bibliotecas perdidas, alimentando una sola certeza: lo que había dentro de ella no era debilidad. Era una fuerza antigua, dormida, que el mundo había intentado quebrar sin éxito.

Y entonces, encontró la forma de usarla.
Después del incendio de Halveth, Reika no huyó. Caminó. Despacio. Envuelta en las cenizas de lo que fue, con la mirada firme y una sonrisa mínima, casi imperceptible, aún tibia por el acto de justicia que había llevado a cabo.

En los meses siguientes, recorrió caminos
Había pasado dos años vagando.
Sin nombre, sin templo, sin refugio.
Apenas mayor de edad, apenas dormida.
Con un cuaderno lleno de símbolos y un silencio instalado en su garganta como un altar roto.

Fue entonces cuando llegó al pueblo de Halveth,
No una sonrisa de burla.
Ni de gozo.
Una sonrisa lenta,
de quien por fin ha comprendido que no es impotente.
Que el fuego que lleva dentro no la devoró.

Y por primera vez,
la voz que duerme en su interior le susurró:
“¿Ves? No necesitas mi permiso. Solo tu rabia.”
Uno ahogado en su propio reflejo.
Otro devorado por cuervos que no dejaron plumas.
El último, desaparecido, pero su voz aún se escucha los días de niebla.

La niña fue llevada por Reika a un lugar seguro.
Y antes de partir, frente a los que la miraban temblando…
sonrió.
Los techos se doblaron hacia adentro como si el edificio se arrodillara.
Los nombres de los culpables fueron escritos en sal, y luego absorbidos por la tierra.

Al día siguiente, nadie hablaba.
Los tres responsables más crueles…
habían muerto.
Y algo —algo dentro de ella— se abrió como una flor marchita que aún guarda veneno en los pétalos.

No fue espectáculo.
No fue fuego vengativo.
Fue preciso.

Las puertas se cerraron solas.
De corromperla.
De ser una de ellas.
No le dieron opción.

Quemaron la casa donde Reika dormía.
Pensaban que estaba dentro.
Pero no lo estaba.

Ella los vio.
Los escuchó reír mientras las llamas bailaban.
Pero la “soportaban” porque era hija de un panadero.
Todo cambió cuando Reika la defendió públicamente,
cuando dijo: “no está enferma, está despierta.”

Esa noche, el pueblo se organizó.
La acusaron de influenciar a la niña.
Allí, Reika encontró a una niña.
Una pequeña que veía lo invisible.
Que dibujaba sombras con tiza y les ponía nombres en un idioma que no conocía.
Una bruja en ciernes, como ella lo fue.
Demasiado parecida a ella.

Los aldeanos la consideraban maldita.
un lugar perdido entre montañas, atrapado en la frontera entre lo real y lo imposible.
Un enclave europeo —mitad leyenda, mitad prisión— donde la gente aún hablaba en susurros de brujas,
pero no por respeto… sino por odio.
Había pasado dos años vagando.
Sin nombre, sin templo, sin refugio.
Apenas mayor de edad, apenas dormida.
Con un cuaderno lleno de símbolos y un silencio instalado en su garganta como un altar roto.

Fue entonces cuando llegó al pueblo de Halveth,
Una bruja nacida del eco de tres mundos

Reika no recuerda su nacimiento.
Solo el eco de los tambores.
Solo la sal en el aire.
Solo las sombras de los monjes que no tenían rostro.