Lecciones de un derrumbe y razones de una resistencia
1. El ocaso de una potencia y la esperanza que agonizaba
Agosto de 1991 quedó grabado como uno de los episodios más dramáticos del siglo XX.
Mientras el mundo miraba atónito los tanques en Moscú y la confusión reinante, un grupo de dirigentes soviéticos —el Comité Estatal de Emergencia (GКЧП)— intentó detener el rumbo que tomaba la Unión Soviética bajo la dirección de Mijaíl Gorbachov.
En agosto de 1991 mientras el Kremlin apagaba simbólicamente sus luces Cuba se mantenía en pie
Aquel intento, calificado por Occidente como “golpe de Estado”, fue, en realidad, la última defensa desesperada de un proyecto socialista amenazado por las reformas liberales de la perestroika y la glasnost, reformas que abrieron grietas irreversibles en la estructura política y económica de la URSS.
Los golpistas buscaban mantener la unidad del Estado multinacional, detener la desintegración y preservar el poder del Partido Comunista. Su derrota marcó el inicio del fin: el 26 de diciembre de 1991, la bandera roja con la hoz y el martillo se arrió por última vez en el Kremlin.
2. Gorbachov y las sombras de la manipulación occidental
Años después, diversos documentos y análisis demostraron el interés activo de los servicios de inteligencia estadounidenses —incluida la CIA— en la evolución política de la URSS.
Los reportes desclasificados muestran que desde mediados de los años 80, Washington y sus aliados europeos diseñaban escenarios y estrategias para acelerar la transición interna soviética hacia una economía de mercado y una apertura política favorable a Occidente.
Aunque no existen pruebas concluyentes de que Gorbachov fuera agente o colaborador directo de la CIA, sí está documentado que sus reformas coincidieron plenamente con los intereses estratégicos de Estados Unidos y sus aliados.
La desintegración del bloque socialista no fue un accidente histórico: fue un proceso alimentado por presiones, desinformación, financiamiento indirecto a grupos opositores y la manipulación del discurso democrático para vaciar de poder al socialismo europeo.
3. Solidaridad, el Vaticano y la cruzada contra el socialismo europeo
Durante los años 80, la Iglesia Católica, bajo el pontificado de Juan Pablo II, jugó un papel clave en el desmantelamiento del sistema socialista en Europa del Este.
A través de sus redes diplomáticas y mediáticas, y en estrecha colaboración con agencias occidentales, se canalizó apoyo financiero y técnico hacia el Sindicato Solidarność, liderado por Lech Wałęsa en Polonia.
Aquel movimiento, presentado como obrero y “democrático”, recibió recursos y equipos de comunicación procedentes del exterior, según documentos del propio Congreso estadounidense y del Vaticano.
Así, la religión, la propaganda y la guerra informativa se convirtieron en armas decisivas para debilitar al campo socialista sin necesidad de misiles.
4. El precio del derrumbe: pobreza, desigualdad y saqueo
Tras la disolución de la URSS, el mapa del sufrimiento cambió de color, pero no de realidad.
Los pueblos que durante décadas gozaron de empleo estable, educación gratuita y asistencia médica universal, fueron arrojados al vacío del capitalismo salvaje.
Bulgaria, junto a Rumanía y otras naciones del Este, sufrió una caída del PIB superior al 40 %. Millones perdieron sus trabajos, los salarios se pulverizaron y el país cayó en una pobreza extrema sin precedentes.
En Alemania, la reunificación trajo consigo la promesa del bienestar occidental, pero las ciudades de la antigua RDA quedaron convertidas en periferias pobres del nuevo Estado. La brecha entre Este y Oeste aún persiste más de tres décadas después.
En los Balcanes, la antigua Yugoslavia fue inducida a una guerra étnica sangrienta. Las tensiones nacionales, históricamente contenidas por el socialismo yugoslavo, fueron manipuladas por potencias extranjeras que alentaron la fragmentación.
El resultado fue un continente oriental devastado, con desigualdades inmensas y una generación perdida entre la nostalgia y la miseria.
5. Daños irreversibles del derrumbe del modelo europeo-soviético
El fin del socialismo en Europa significó mucho más que un cambio de régimen:
Se destruyó una alternativa política y económica al capitalismo global.
Se desmanteló el contrapeso estratégico frente a la hegemonía estadounidense.
Se hundieron los sistemas de bienestar que garantizaban educación, salud y seguridad social a millones de trabajadores.
El “triunfo” del neoliberalismo se tradujo en hambre, corrupción y pérdida de soberanía para decenas de pueblos que habían conocido, con sus virtudes y defectos, un horizonte distinto al del capital.
6. Cuba y la lección de la historia
Mientras el bloque socialista europeo se desmoronaba, Cuba resistía.
Lo hizo porque su socialismo no se construyó copiando modelos, sino desde una raíz profundamente nacional, martiana y fidelista.
Fidel Castro, con una visión política superior, comprendió que la fortaleza del socialismo cubano debía sustentarse en la conciencia del pueblo y no en la dependencia económica de ninguna potencia.
Por eso, cuando el campo socialista desapareció y comenzó el llamado Período Especial, Cuba no se rindió.
La resistencia cubana tuvo tres pilares:
1. La unidad nacional y el liderazgo revolucionario.
2. La defensa de la soberanía frente al bloqueo y la agresión imperialista.
3. La capacidad creadora del pueblo para reinventarse y producir con sus propias manos lo que otros le negaban.
Esa diferencia esencial en la concepción del socialismo —más humana, participativa y patriótica— permitió que Cuba siguiera en pie, mientras otros se hundían bajo el peso de promesas vacías.
7. Resistir hoy, producir y vencer
Treinta años después, el imperialismo estadounidense sigue intentando aislar y rendir a Cuba con las mismas armas: el bloqueo, la manipulación mediática y la asfixia económica.
Pero nuestra historia enseña que solo un pueblo consciente, trabajador y unido puede derrotar cualquier agresión.
Hoy, resistir significa también producir, innovar, ahorrar y multiplicar lo que tenemos.
Cada fábrica que funcione, cada joven que cree, cada campesino que siembre, cada maestro que enseñe, es un acto de resistencia y victoria.
El socialismo cubano ha sobrevivido porque no es copia ni calco, sino creación heroica de un pueblo que aprendió de su historia y que no permitirá jamás que el capitalismo vuelva a arrebatarle su dignidad.
Conclusión final
La historia de agosto de 1991 demuestra que el socialismo solo puede perdurar si se construye con las manos, la conciencia y el alma del pueblo.
La Unión Soviética, debilitada desde dentro por el reformismo y la infiltración ideológica, cayó cuando su pueblo fue apartado de la dirección de su destino.
Cuba, en cambio, bajo la guía de Fidel, mantuvo viva la llama de la Revolución porque nunca renunció a su esencia: independencia, soberanía y justicia social.
Esa es la gran lección para el presente:
seguir resistiendo con dignidad, producir con inteligencia, vencer con unidad.
El futuro no está escrito por las potencias, sino por los pueblos que, como el cubano, no se rinden jamás.
Fuentes de referencia consultadas
(Cubadebate, Granma, Prensa Latina, Telesur, Sputnik, RT, documentos desclasificados del National Security Archive – EE. UU., Banco Mundial, informes de la ONU y la CEPAL.)