📉📈 El patrón es claro: la confianza en los tribunales, la percepción de independencia y la visión sobre si los jueces contribuyen a la polarización varían mucho según la ideología

La vacuna del COVID-19 sigue generando desconfianza en determinados grupos y es seguramente una eficaz vía de entrada para un mayor escepticismo hacia la inmunización

Donde sí aparecen más diferencias es en el apoyo a medidas coercitivas contra los discursos antivacunas. El patrón es claro:

🔹 la izquierda es más partidaria de limitar o sancionar estos mensajes;
🔹 la derecha más reacia, con el votante de Vox más alejado de la media;

Además, existe un consenso amplio en torno a la vacunación infantil. El 71 % apoya que sea obligatoria para poder asistir al colegio o instituto, mientras que solo un 24 % cree que los padres deberían poder elegir no vacunar a sus hijos

Sin embargo, y a pesar de la exposición, la confianza en las vacunas sigue siendo muy sólida (tanto en su eficacia como en su seguridad), como muestra este gráfico 👇

Estas son algunas de las preguntas que nos hemos hecho a raíz de lo que está ocurriendo en torno a este tema en Estados Unidos. Y la primera conclusión es clara: la circulación de mensajes antivacunas entre la población española es elevada

Los votantes del PP reconocen la importancia del cambio climático, aunque no lo sitúan entre sus principales preocupaciones. Los votantes de Vox, en cambio, no solo no lo priorizan, sino que niegan en mayor medida su relevancia.

Por último, la polarización ideológica determina quién responde y cómo ante los desastres: los votantes progresistas, que suelen dar más prioridad a la cuestión climática, reaccionan más ante los desastres. Los conservadores, menos. El clima divide incluso cuando el desastre es común.

También observamos un “efecto de proximidad”: el interés por el cambio climático es mayor en las zonas más afectadas. Durante la sequía, Cataluña buscó mucho más sobre el tema; lo mismo ocurrió en Valencia tras la DANA. Pero, de nuevo, el efecto se diluye rápido.

En general, España reproduce los patrones internacionales. Primero, el llamado “efecto fuegos artificiales”: tras un desastre, la preocupación y la atención aumentan… pero solo durante un breve espacio de tiempo. Un vistazo a Google Trends lo confirma: el interés es intenso, pero efímero.