Hay libros que son garrafas de seis litros. Hay libros botellas de vidrio, con palabras frágiles que pueden hacerse añicos y cortar a cualquier lector descalzo. Hay libros botellines, la mayoría sin duda de cuentos. Los poemas son apenas sorbos y cada final debería celebrarse con un chupito.
La tarde se ha puesto rara. Alguien ha bajado la luz y las nubes, húmedas y humildes, han bajado también. Las puedes ver a ras de tierra, lamiendo de a poco las aceras como un gato su cuenco de agua. Un trueno relampaguea, un relámpago truena. Al girar la esquina un viejo tropieza con su nostalgia.
Parece que últimamente la lluvia se deja influenciar por las redes sociales. Se comporta como un típico caso de TDH, va a su bola, desconoce los cauces de expresión normales, gesticula, vocifera y todo lo exagera.
Acaparar: o dicho de otro modo, «parar acá», momento en que uno aprovecha para dejar las cosas en el suelo, amontonadas, razón por la que lo llaman «acaparador».
Sí, la he visto. 😂 Hay tantas cosas que no usamos y siguen siendo tan necesarias. Como una piedra preciosa caída en un pozo, la belleza de poder redescubrirlas algún día hace que valga la pena su mera existencia.
A ver, que lo amante no quita lo fetichista, lo facilita. ¿No la definió Flaubert acaso como la orgía perpetua? ¿No es la poesía acaso la lencería del idioma? ¿No me he dejado acaso la sartén en el fuego? 🤷♂️