El Papa Francisco nos enseñó que “la pobreza está al centro del Evangelio”. Cuando la Iglesia olvida esto y se deja seducir por el poder o las cuentas bancarias, corre el riesgo de apartarse del corazón del mensaje de Jesús: el amor, la misericordia y la cercanía con los últimos.Su legado es un llamado a volver a la sencillez, como las primeras comunidades cristianas, donde lo esencial era compartir, anunciar la Buena Noticia y vivir en fraternidad. No se trata de negar lo material, sino de ponerlo siempre al servicio del bien común y no de la acumulación egoísta.Francisco nos recordó que la verdadera riqueza de la Iglesia no está en sus cuentas bancarias, sino en la fuerza transformadora del Evangelio que abraza, consuela y libera. Su testimonio nos invita a ser una Iglesia pobre para los pobres, abierta al mundo y sostenida en gestos de amor y servicio.#LegadoFrancisco