Crónicas de la Caverna Corporativa
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Crónicas de la Caverna Corporativa
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Proyecto etnográfico no solicitado que recoge testimonios de primera mano de tertulianos de pasillo y gurús corporativos de medio pelo. Estudio dirigido por una mujer progresista con cascos anti-sonido ambiental siempre a mano.
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“Pero si dentro de poco solo vais a necesitar un libro: El Corán.”
Ha sido en una conversación sobre lo caros que están los libros.
Nada como la islamofobia de sobremesa para arreglar la inflación cultural.
A veces me pregunto si todas las empresas son así o si en la mía se concentran más cuñados por metro cuadrado.
Claro, que si dijera dónde trabajo, nadie se sorprendería.
Llevo tanto tiempo escuchando barbaridades en la oficina que creo que me corresponde un plus de estupicidad.
O al menos cotizar por exposición prolongada a tonterías.
“Ahora resulta que por culpa de las renovables va a desaparecer el aceite, porque van a sustituir los olivares por molinos de viento.”
El cambio climático ya tiene rival: el cambio de aceituna por aerogenerador.
“El problema de la vivienda es fácil de solucionar, pero el gobierno no quiere. Terreno hay. Pero sin nucleares no hay nada que hacer, porque con las renovables no puedes dar servicio de luz y agua .”
Mi compi ha mezclado el mercado inmobiliario con Chernóbil y tiene un plan de vivienda nacional.
Su verdadero sueño es poder gritar “¡libertad!” mientras aparcan en plaza de minusválidos.
Después de unos años en esta empresa he entendido por qué mis compis idolatran a Trump y a Milei:
no es ideología, es envidia profesional.
Ellos hacen sin pudor lo que aquí solo se fantasea en la máquina de café.
Y cuando todo esto llegue, mis compis dirán lo de siempre:
“Esto con Franco no pasaba.”
Pero ahí estarán, teletrabajando desde la terraza del bar, con otro cortado.
Se eliminarán los despidos.
Ahora se llamarán “procesos de libertad profesional”.
Te echan, pero con música ambiente y una frase motivacional en la salida.
Habrá “Día Internacional del Café Consentido”:
antes de beberlo, tendrás que confirmar que él también quiere ser consumido.
Lo siguiente será que Recursos Humanos nos obligue a darnos los buenos días con lenguaje inclusivo.
“Bueeeeenes díes a todes”, y multa si no sonríes lo suficiente.
En la ofi ya suena la pregunta del millón:
“¿Qué será lo siguiente con esto del mundo guok?”
Así, con la “g” bien marcada y el café en la mano.
Abro hilo del apocalipsis laboral según mis compañeros
El teletrabajo era el enemigo, hasta que descubrieron que podían currar con pantuflas, vino y la excusa de que “se ha caído el VPN”.
Desde entonces, grandes defensores.
En mi empresa ya no decimos “teletrabajo”.
Decimos “presencia espiritual laboral”.
Cada uno está donde quiere, pero todos fingen estar conectados.
Mis compis critican el teletrabajo, pero si les llamas un martes cualquiera, están “en remoto”…
Remoto = Badajoz, el taller o la barra de un bar.
Dicen que el teletrabajo ha matado la cultura del esfuerzo.
Y razón no les falta: el esfuerzo que hacen para que no se oiga el ruido del bar cuando cogen una reunión es digno de estudio.
Mis compis, beneficiarios del teletrabajo, lo llaman “medida guok” y dicen que las nuevas generaciones son muy blandas.
Luego el viernes te contestan al Teams desde el taller mecánico.
En mi empresa implantaron el teletrabajo porque si no, no eran capaces de captar talento joven.
Fue como legalizar el pecado: recursos humanos lo aprobó con lágrimas en los ojos.
“—¿Y este? ¿Que te estamos hablando y no nos escuchas?
—Es que estoy teletrabajando.
—¿En la oficina?
—Yo teletrabajo donde quiero, así que teletrabajo aquí.”
Nueva filosofía laboral en la ofi: teletrabajo presencial intensivo.
“¿No estamos ahora en el mundo guok, ese en el que la empresa da un día de teletrabajo para que la gente no se largue a otro sitio?”
Lo ha dicho mi compi con tono de denuncia social mientras rellenaba la quiniela.
Murmuramos en la ofi que en los tubos de aire acondicionado, instalados en los 60, viven criaturas que ni Darwin se atrevería a clasificar:
cucarachas, fantasmas sindicales y secretos que jamás saldrán a la luz (nuestra buena pasta nos cuesta comprando a la prensa).
“—Voy al baño, ¿le digo algo a la cucaracha?
—Dile que por qué no está con su amigo Pedro Sánchez en la Moncloa.”
Sí, tenemos cucarachas en mi ofi. Obvio. Y algunas tienen más antigüedad que mis compañeros y mucho mejor criterio.
Actualización desde la ofi:
la tasa de basuras del ayuntamiento no es culpa de Almeida, sino de Perro Sánchez.
Menos mal, ya temía un brote de coherencia.
“Ese pavo me encanta, parece un legionario.”
Nuevo día, nuevo TikTok en la mesa de mis compis fachuzos.
Si lleva barba y grita, es amor.